Querer y no poder. Querer no emocionarme y no poder evitarlo por la torpeza de mis sentimientos. Es cómo cuando vas por primera vez a ver un atardecer y quedarse viendo al sol caer un poco más abajo y que sus últimos rayos calienten tus labios, sentir un escalofrío que va desde los dedos tus pies, pasando por tu pecho y llegar mucho más lejos de la punta de tu nariz. ¿Lo imaginas? Pues así te siento a veces. Otras simplemente no puedo sentirlo. Pero cuando pasa, no haces más que sacar una sonrisa de estos labios, a veces silenciosos, a menudo sinceros, pero aún así se callan para que los oídos escuchen la voz, la voz que estremece, la voz por la que Él también habla y por eso emocionas a ese corazón tan arduo y testarudo. Divagaciones del alma, lo siento.
Querer y no poder. Querer no perderte y no poder impedir que suceda, porque tarde o temprano el tiempo nos lleva. Y mirarte a los ojos de cristal que nunca me has mostrado, que tal vez nunca veré y nunca quiera verlos. Locuras, ¿verdad? Siempre intento llevarte, no en la mente, no en los ojos, ni si quiera en mis manos, sino en el corazón, donde puedas encontrarte a salvo. Tal vez pase de nuevo por los mismos lugares, pero sin tu compañía no sería lo mismo, sería como inventar de nuevo todas las cosas. Quisiera poder no temer ese momento en el que ocurra, en el que mires a los ojos de cristal con los que te observaré y en el que no pueda evitar abrazarte tan fuerte... y decirte otra vez "Hasta el fin del mundo". Inventaremos la felicidad. Ojalá te encuentre de nuevo al abrir la puerta.
Bajo el umbral de la vida.
Nunca olvides la estilográfica de tus estaciones
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